Visto: El cruce de Shibuya, el paso de cebra más transitado del mundo, es un oasis para los observadores de coches
Eficiencia japonesa
La intersección del Cruce de Shibuya no es sólo un símbolo de la eficacia japonesa -unas 2.500 personas cruzan en cada sesión de semáforo en verde-, sino también un escenario al aire libre donde los coches desempeñan un papel estelar. En cuanto el semáforo peatonal se pone en rojo, el flujo humano se silencia y las calles se llenan de otro tipo de espectáculo. Berlinas brillantes, coches compactos Kei, así como supercoches que parecen posar para las cámaras de los turistas y observadores que siguen todos sus movimientos. Por supuesto, se presta mucha atención a los JDM. Con esto nos referimos a los coches del Mercado Interior Japonés. Durante nuestra visita, asistimos a un auténtico desfile de coches de Liberty Walk: uno de los tuneadores más extremos de Japón.
El ambiente es mágico
Cualquiera que pase una tarde aquí entiende por qué los observadores de coches de todo el mundo consideran el Cruce de Shibuya un lugar sagrado. Los reflejos de los anuncios de neón bailan sobre la carrocería de cada coche que pasa, como si la propia ciudad cooperara para crear la toma perfecta. El escenario es realmente mágico.

La noche pertenece a los supercoches
Tras la puesta de sol, Tokio cobra realmente vida. Es entonces cuando se hace palpable la atmósfera familiar del «Club de Medianoche», la legendaria red de carreras clandestinas de los años 80 y 90. Aunque las carreras callejeras ilegales son cosa del pasado hoy en día, ese espíritu perdura. El ambiente de Tokio es genial.
La cultura del automóvil en Japón: respetuosa y perfeccionista
Lo que hace que Shibuya sea especial es el enfoque japonés del amor por los coches. Mientras que en otros lugares los buscadores de coches suelen ir a la caza de modelos raros, en Tokio es más una forma de admiración. Allí los coches están impecables, a menudo incluso en invierno, y los conductores mantienen sus vehículos con una precisión casi ceremonial. Un tuneador o propietario japonés exhibe su coche no para presumir, sino para celebrar el equilibrio entre tecnología y estética. Puedes verlo en Shibuya: desde Toyota Corona perfectamente rebajados hasta clásicos como el Mazda RX-7, que aún se conducen con orgullo.

El silencio entre dos ondas de luz
Entre las oleadas de tráfico y peatones, siempre hay un breve momento de silencio. Los semáforos se ponen en rojo para los coches y, de repente, Shibuya vuelve a ser dominio de los humanos. Los fotógrafos se abalanzan sobre la intersección, los vloggers se graban con palos selfie y los turistas se ríen mientras se dejan llevar por la multitud. Entonces, de repente, todo vuelve a cambiar. Los semáforos pasan a verde, las motos rugen, las cámaras hacen clic. Esa transición -ese ritmo ritual de la ciudad- es lo que hace única a Shibuya. No es sólo un cruce de caminos, sino también de culturas, épocas y modos de transporte.
Lugares favoritos
Si quieres la vista perfecta, busca la altura. Desde la cafetería Starbucks del segundo piso, en el lado norte, contemplas la intersección como si fuera un cuadro en movimiento. Allí puedes ver Toyota Supras, Nissan Skylines y exóticos importados abriéndose paso entre la multitud. El Shibuya Sky, la plataforma de observación situada en lo alto del edificio Shibuya Scramble Square, también ofrece unas vistas incomparables. Desde arriba, el tráfico parece moverse por el tejido urbano como corrientes de sangre. Para los observadores con teleobjetivos, éste es el punto de observación definitivo.

Una encrucijada llena de contrastes
El Cruce de Shibuya es más que una atracción turística. Es un microcosmos de la sociedad japonesa: ultramoderna, ordenada-caótica y llena de amor por la tecnología. Para los amantes de los coches, es un oasis en medio del ajetreo, un lugar donde se muestra el alma de la escena automovilística japonesa.
























